Uno de los lugares tristemente abandonados en el patrimonio gaditano es el Monasterio de Santa María. Su estado de ruina obliga al cierre y realojo de las monjas en un convento similar de la ciudad en el año 2006. Tras una etapa de estudios de ejecución más o menos respetuosos, se redactó, presupuestó, aprobó y rubricó un proyecto para su rehabilitación parcial, el 27 de abril de 2015 por la anterior Corporación municipal; llegó al poder la nueva y declaró no tener recursos para su ejecución. Diez años lleva su cocina cerrada también.
Suponemos que su estructura data de la obra realizada en 1631, cuando se llevó a cabo la ampliación y mayor dotación al edificio del Monasterio, con el refectorio y el claustro mayor. El caso es que prácticamente continúa intacta, salvo algunos muebles alacena añadidos, de mediados del siglo XX.
Esta habitación no conoció el asalto de 1596, pues corresponde a la etapa de reconstrucción, consolidación y ampliación-modernización de las instalaciones del edificio, que funciona como tal desde 1527 (antes hubo una ermita en 1513). Hoy, perdido el huerto, cuenta con 4.300 m2 de superficie construida.
Una cocina que ha protagonizado la actividad culinaria para un máximo de 83 personas (50 de ellas monjas), que llegaron a habitar el edificio en la época de máximo esplendor. Supongo que entre los muchos documentos que se conservan del Monasterio estarán detalladas las compras de alimentos, las proporciones y recetas y las cuentas en general de la intendencia de un centro como éste.
El caso es que esta cocina dio servicio a un colectivo importante de mujeres gaditanas y extranjeras, la mayoría procedentes de las mejores familias del comercio de Indias, de la vida política o religiosa. La mayoría de estas señoras –niñas, jóvenes o viudas- llevaba al convento una esclava o criada para su servicio. Pero esta cocina con sus azulejos –por catalogar creo- ha dado vida a una comunidad, a un colectivo femenino durante siglos.
Ningún pequeño hogar o gran complejo están vivos sin una cocina que funcione a diario. Ésta lleva cerrada diez años, abandonada, silenciosa, mientras se caen sus paredes, sus pocos utensilios se ensucian y oxidan, y mientras olvida el movimiento, el ruido, el calor del fuego, el humo y las voces de un grupo de mujeres cuya labor era preparar desayunos, almuerzos, cenas e incluso remedios terapéuticos para una vida monacal insertada en la ciudad, regulada con horarios de rezo y cultos.
Tal vez mi admirada María Gertrudis Hore y Ley (5-12-1742/ 9-08-1801) no entró nunca en ella, teniendo a su criada con ella en la clausura. Lo suyo fue escribir poesía, traducir salmos, cuadrar cuentas y redactar actas de las reuniones. Un monasterio dónde al menos las mujeres eran dueñas de su vida, de su patrimonio y de su capacidad intelectual y artística.
El Monasterio es algo más que un convento de clausura. Sus paredes han sido testigos de la vida de Cádiz desde el siglo XVI, a través de las mujeres de familias ilustres de la ciudad y del extranjero. Es historia viva de Cádiz y por ello debemos salvarlo.
La doctora en historia de origen francés, Frederique Morand, ha realizado su tesis sobre el convento de Santa María desde su fundación hasta el siglo XVIII. El trabajo está arrojando datos inéditos sobre la vida pública de la ciudad, sus personajes, sus estrategias políticas y administrativas, la biografía de Cádiz en suma, que ahora se puede reescribir. El estudio está pendiente de publicación por falta de financiación.
El pasado sábado contacté nuevamente con la Asociación de Amigos de Santa María, con objeto de poder visitar nuevamente el Monasterio, ahora con estancias apuntaladas y cerradas que causan auténtica preocupación.
Con permiso para fotografiar solamente los exteriores y el claustro, el vicepresidente de la Asociación, Antonio Ramos, nos acompañó en un paseo que comenzó por el Patio del Olivo (la zona más antigua), con azulejos de la escuela valenciana. Fue el obispo Jerónimo Theodolo quien firmó el decreto de la fundación del lugar el 6 de abril de 1527, a instancias de la alta burguesía local. Fue el primer convento fundado en Cádiz (en la llamada Montaña de Santa María) y también en la vertiente atlántica.
El convento fue destruido por el asalto de la Armada anglo-holandesa y reconstruido de nuevo entre 1605-1616, bajo el patrocinio del regidor Esteban Blanqueto, con la posterior ampliación y embellecimiento del artista Valdenvira. En 1631 instala su sede la Cofradía del Nazareno.
Santa María ha vivido siempre al ritmo de la ciudad. Allí esperan pacientemente y entre demoliciones columnas de mármol genovés, algún brocal del siglo XVII y aljibes del siglo XVIII.
Salvemos Santa María: Asociación de Amigos del Monasterio de Santa María.
https://www.youtube.com/watch?v=tFEz72NO_G8
Más información:
La Hija del Sol, monja y poetisa de Santa María
Frédéric soy maria jose la que estubo en santa maria estoy en cadiz y quiero verte por favor dime algo
Gracias por la visita y el comentario. De este modo nos demuestras una vez más que hay un Cádiz latente del 500 al 700, esperando nuestra atención.
Querida Charo,
Elegiste, no al azar, el martes 9 de agosto para dejar testimonio del «pedazo historia de vuestra urbe atlántica». Ese día, un martes, Sor María Gertrudis de la Cruz Hore (1778-1801) muere en su celda. Y, este año 2016, celebramos… al menos los que nos acordamos, el 215 aniversario de su desaparición, una vez más en silencio, sin hacer nada de ruido. El 11 de agosto, día de vuestra sensata manifestación, coincide con el día en que se redactó la aceptación de herencia de la Madre Cruz en el convento. Recuerdos encerrados en «el monasterio de Cádiz» como se le llamaba en el XVI, episodios jugosos a la deriva, acontecimientos múltiples extraviados, objetos variopintos con sabores marinos que flotan entre los escombros de la indiferencia estúpida por falta de visión económica = DESARROLLO, como bien decís.
Aunque… siempre con la Esperanza de que brote esa “Memoria de porvenir”, la que se guarda en cada esquina del viejo edificio, la que reclaman hoy a gritos los gaditanos, la que a vuestro lado solicito a la Administración desde el 2004, sin éxito.
Memorias todavía por construir a pesar de que Santa María fuese el único recinto claustral, el primero entre todos en vuestro despreciado «Cáliz» del 500, histórica y desatendida centuria y, sin embargo, empalme circunstancial al origen del popular Cádiz del XVIII.
En ese secreto y enigmático Cádiz conventual de finales del 600 también se detectan carencias de índole claramente oficial, incomprensibles. Oscuras manchas ilustrativas, envidiosas pandemias de carácter cultural entre las cuales el terrible síndrome de la ARMCHC: “Ausencia de Ruta Monástica en Ciudades Históricamente Conventuales”. La buena noticia: con dos gotas de voluntad política la afección tiene remedio seguro.
Con cariño. Federica. Socia de Honor de la Asociación de Amigos del Monasterio de Santa María.