Con gran interés he leído este artículo de mi admirado Rafael Moreno Rojas, catedrático de nutrición en la Universidad de Córdoba. Tuve el gusto de conocerlo y en nuestro encuentro gastronómico, aproveché para preguntarle muchas de mis dudas relacionadas con la alimentación, a la luz de la ciencia. Con su permiso traigo aquí sus reflexiones, que me parece esclarecedoras, ante tanta información vana y oportunista sobre la nutrición que nos está invadiendo.
«Toda persona que se maneje en redes sociales y le interesen los temas alimentarios, se habrá encontrado con grandes gurús de estos medios, que hacen honor a su “profesión”: INFLUENCERS. Realmente lo son, influyen en la opinión del público general, crean tendencias, líneas de opinión y aún más, son la cara visible de la nutrición y dietética para los teenagers, que, si les gusta el tema y quieren orientarse a estudiar esta carrera, suelen ser su principal motor de inspiración. Por tanto, no solo crean tendencia entre el público general, sino en las nuevas generaciones de dietistas.
Hasta aquí todo parece estupendo, pero como ha ocurrido desde tiempo inmemorial, se crean líneas de pensamiento, en este caso bastante radicales y muy orientadas a combatir los «grandes males de la nutrición moderna». Además, dichas líneas de pensamiento las fundamentan en la “nueva Biblia” que es el conocimiento científico. Sigue siendo todo bastante plausible.
El problema está en cuando se cogen determinados pasajes de “la Biblia” (Corán, Torah, o póngales ustedes la religión que más les apetezca) y se carga el énfasis en esas frases, diluyendo el resto del contenido. No es nada nuevo, así actuó la inquisición en España (y otros países) y eliminó con “bases teológicas” a todos los que no comulgaban con sus alineamientos. Esto ha dado lugar (creencias a un lado) a que el Antiguo Testamento, sea un libro sagrado para judíos, cristianos y musulmanes (y sus variantes internas) del que se toman ciertos pasajes, dotándolos de notable relevancia, e ignoren por completo otros. Lo que ocurre por ejemplo con el precepto de no comer cerdo, que está en este libro sagrado y la mayoría de los cristianos, simplemente ignoramos.
Eso está ocurriendo con estos nuevos «profetas» de la nutrición, diría más, de la alimentación humana: establecen sus propios dogmas inamovibles: “el vino es mortal”, “el azúcar mata”, “los ultraprocesados nos envenenan”, “la industria alimentaria solo fabrica…(icono marrón con ojitos)”. A priori, si evitamos la exageración, son tópicos que podemos asumir. El problema está en cuando se descubre algún hito que va en contra de sus grandes axiomas: “el consumo moderado de alcohol puede ser beneficioso para los mayores de 40 años” Estamos hablando del último metaanálisis sobre el tema. Ahí empieza la descalificación, la campaña de descrédito y, a veces, hasta el insulto: intereses económicos, errores de diseño muestral, conclusiones sesgadas,…
Y esto no es nuevo, ocurre cada vez que a alguien se le ocurre exponer algo que va en contra de sus “teorías”. Y es que creo que a estos señores (porque aquí la paridad no se alcanza, en un gremio mayoritariamente femenino) nadie les explicó que en la vida casi nada es negro o blanco, sino de algún tono intermedio de gris. O posiblemente no vieron, o entendieron, el final de la Vida de Brian “always look on the bright side of life” puede haber algo positivo (incluso en lo negativo).
De esta manera desmontan cualquier aporte científico que vaya en contra de sus principios y rápidamente nos tachan de mercaderes en el templo. Así ha ocurrido, no solo con investigadores/as de prestigio, sino con universidades completas, tildadas, de ser manipuladas por intereses económicos de las grandes empresas alimentarias. Por ejemplo, porque Coca Cola haya patrocinado un evento deportivo, o porque se tenga firmado un acuerdo de prácticas en empresas con una cervecera o una bodega. ¡Bendita ley de transparencia!
Lo más curioso es que estos “senedrines” tienen un bagaje científico que no va más allá de haber defendido su TFG, en algún caso un TFM, y ya rizando el rizo ,alguno ha ido dando tumbos de universidad en universidad tratando de hacer una tesis doctoral. Por tanto candidatos todos a la próxima adjudicación de contratos Ramón y Cajal.
Pero el cuarto poder en manos del pueblo del siglo XXI, las redes sociales, les está dando tal relevancia que empiezan a aparecer como conferenciantes en medios oficiales, e incluso son el buque insignia de algún partido político con cuota de poder oficial. Pero claro, en esto no hay intereses, es pura coincidencia. Yo no mato peces, simplemente los saco del agua y se mueren… entonces me los como…
Lo más divertido es que la crítica del “conflicto de intereses” que esgrimen en su argumentario para desacreditar lo que no se alinea con su dogma, no se lo aplican a ellos mismos, que en definitiva, crean polémica y agitan las masas, porque eso acumula likes y followers para sus arcas mercantilistas, venden sus libros, llenan sus cursos y conferencias, o sus consultas. Necesitan generar polémica para seguir en el “candelabro” y cuanto más feroz la crítica y más grande la empresa (o la universidad) contra la que arremeten, mayor revuelo, mayor movimiento en redes y mayor ganancia económica.
Como le decían a Eddie Murphy en “Su distinguida señoría”: si estás a favor del azúcar tengo quien te apoye, y si estás en contra, también. Hoy en día los intereses económicos se mueven en todas las esferas (incluso las aparentemente más loables y desinteresadas). Pero algunas son muy patentes y otras muy sibilinas y taimadas.
Si crees en la “verdad nutricional pura” sigue a estos grandes influencers.
Si realmente quieres aval científico: se crítico, atienden a lo que indican las sociedades de dietética, organismo internacionales y científicos de reputado prestigio, aunque no estén todos los días vociferando en redes.
¡Ojo! todas ellas se pueden equivocar, porque la ciencia se basa en la hipótesis y la contrastación de la misma, por lo que nuevas evidencias científicas, pueden echar al traste lo que llevamos asumiendo como cierto en los últimos años. Tenemos que comprobar que dichas teorías son correctas y en tal caso rechazar las antiguas tesis y abrazar lo que la ciencia, a día de hoy, nos evidencia. Todo lo demás es fanatismo, adoctrinamiento, o lo que es peor interés comercial de su propia marca y credibilidad.
Esperemos que pronto llegue a la nutrición la Pepa (constitución española de 1812 que abolió la inquisición).!
Muchas gracias, Charo, por difundir mis reflexiones sobre este mundillo tan peculiar.