Recurro de nuevo a un reportaje publicado en la revista de la OCU del pasado mes de abril, porque el tema no ha perdido actualidad. Se trata de analizar la realidad de la miel como producto comercial en el mundo, teniendo en cuenta los fraudes que soporta este alimento tan antiguo.
Partiendo de las variedades más comunes: romero, azahar, eucalipto (monoflorales) o milflores (dos o más especies), el artículo toma como referencia a la miel milflores, por ser la más vendida en los lineales de super e hipermercados. Cuenta la OCU que de 18 tarros de miel seleccionados para su estudio, 12 indican que son de España, y los otros 6 contienen mieles de otras procedencias.
Hoy ya se sabe el origen, lo dice la etiqueta, con la nueva norma de calidad de la miel, que lo obliga, aunque solo para las mieles producidas desde enero de 2021.
Muchas mieles de España: en el laboratorio se conoce el origen geográfico de la miel, por los residuos de polen de las flores. Las mieles de fuera y dentro de la UE proceden de España y de países europeos, Centroamérica y Sudamérica. Con la nueva normativa, se ha eliminado a China como origen de la miel comercializada.
Certificaciones de calidad: entre las mieles 100% de España, muchas tienen denominación de origen DOP e IGP, como de La Alcarria o de Galicia. Tienen por ello la mayor garantía.
Alguna miel no procede del néctar: según OCU, la miel suele estar bajo sospecha de fraude. De hecho, se puede adulterar añadiendo azúcares ajenos a la miel, y alguna –incluso con IGP- contiene miel de mielada (secreciones que algunos insectos dejan de la savia de los árboles). Pero se considera un fraude mayor la adición de azúcares añadidos a la miel.
La miel no es buena para los niños menores de 1 año: hay riesgo de que contenga esporas, causantes de infecciones graves. Y esto debería indicarlo la etiqueta.
Instrucciones para su conservación: No debe calentarse en exceso para mantenerla líquida, pues se pierden los aromas y sabores.
No hay buenos métodos de detección de la pureza de la miel. Es fácil adulterar la miel con azúcares, siropes o jarabes. Y el sistema más usado para comprobar la autenticidad de la miel pierde eficacia, porque se comercializan productos que presumen de ser indetectables.
Hay mucha diferencia de calidad: una miel fresca y sin recalentar guardará aromas y sabores más intensos.
Las mieles españolas se pagan mejor: un 58% más caras, y la causa es la calidad frente a otras mieles de procedencia extranjera. Las españolas además se venden en envase de vidrio.