Vendo cocina casera. Promociono la frescura de sus ingredientes. Anuncio el origen de los avíos. Publicito el buen resultado de los platos. Difundo la importancia de los olores. Doy confianza en el éxito de los sabores. Soy un comercial de la cocina más decente, la que hacemos en casa para sobrevivir y encontrarnos mejor. Represento a una firma virtual que no me paga ni un euro en comisiones por venderle sus productos. Me basta con alcanzar mi objetivo que es convencer de que hay que trabajar en la cocina.

No me importan las marcas, aunque es cierto que distingo unas más que otras. No tengo preferencias entre los supermercados, al contrario. Soy fiel a las informaciones de los técnicos, expertos y científicos, mientras que no se demuestre su engaño o sus intereses. Leo los libros que parecen decir la verdad sobre la esencia de la cocina tradicional. Me creo las teorías químicas que explican lo que ocurre en las probetas de las sartenes, cazuelas y, por supuesto, robots de cocina.

Escucho todo lo que se escribe sobre la salud, atiendo los consejos de los nutricionistas, las pautas alimenticias de los médicos y me enamoro de los sabores antiguos o nuevos de los alimentos que van por derecho, sin disfrazarse. Y entonces selecciono mis recetas, sobre las que voy a trabajar con pasión e ilusión.

No me gusta cocinar como práctica, pero creo firmemente en la cocina más que en la mayoría de las cosas que nos rodean. Por eso sé lo que estoy vendiendo, conozco la mercancía y tengo fe en sus beneficios sobre nosotros.

En mis modestas clases junto a mi equipo de voluntarias, argumento la conveniencia de meterse en la cocina. Advierto que cocinar es duro, a veces aburrido, pero que es la solución a muchas irregularidades de nuestra vida, como el cumplimiento de horarios, que nos obliga a trabajar con ciertos ritmos, o como el compromiso de ofrecer felicidad al ser amado.

Creo en la cocina y quiero contárselo a todo el mundo. Pero en la cocina de casa, la que nos hace vivir y ser un poco más felices a pesar del esfuerzo empleado. Y mi mayor aliado es este blog, compañero de pensamientos, palabras y obras.

Vendo cocina casera, a precio asequible, mano de obra gratuita, y la defiendo de sus muchos enemigos precocinados. Trabajo a destajo plato por plato. El arroz, las verduras, los garbanzos, las lentejas y el buen aceite son mis mayores cómplices. Con ellos salgo a lidiar y hago apología del mejor comer.