El pasado sábado disfrutamos junto a otras 100 personas, de una excursión piloto organizada por la empresa albarco.com y la Agencia de Viajes Melkart. Atravesando la hermosa bahía de Cádiz, conocimos ya en el término de Puerto Real, lo que fue el Dique de Matagorda, en lo que hoy se denomina como Turismo Industrial. Desde 1878 hasta 1977 estuvo funcionando esta factoría naval, construida por los ingenieros ingleses Bell y Miler, y el español Eduardo Pelayo para la empresa Cía. Transatlántica, propiedad del emprendedor santanderino Antonio López. Nos recibió José María Molina, técnico de Navantia, guía y actual director del Museo del Dique. De todo lo que tuvimos ocasión de ver, empezaré por lo más hermoso y desconocido: la capilla.

Se trata de un pequeño pero bello edificio neorrománico, situado en un espacio ordenado con jardines, que linda con la antigua Escuela de Huérfanos, el antiguo Botiquín y al frente con la estatua de Antonio López, construida por su hijo Claudio López Bru. Pueden calificarse estas construcciones como del movimiento “paternalismo industrial”, la estrategia puesta en marcha por las grandes compañías industriales ante el nacimiento de los movimientos sindicales, muy similares a las realizadas para sus trabajadores en grandes factorías como son las minas de Riotinto, la mina asturiana, hilaturas catalanas o los cortijos andaluces.

No obstante, las instalaciones de Matagorda –cerradas durante muchos años- han llegado a nuestros días sin apenas deterioro, a pesar de las sucesivas ventas de las que sido objeto.

La capilla se construye por el arquitecto de Interiores Adolfo García Cabeza, empleado de la Cía. Transatlántica, conservándose íntegramente el proyecto. En 1994 se rehabilita el edificio por el arquitecto Antonio Barrionuevo. La altura de la capilla estaba limitada a 5 metros para evitar ser objetivo del fuego enemigo, y de ahí que se diseñe con una cúpula desmontable. Tiene en su interior un cierto aire bizantino. El mobiliario se realizó en los talleres de ebanistería del Dique, uno de los mejores de España, al igual que muchos edificios de Cádiz, como el Balneario de La Palma o los confesionarios de la parroquia de San Agustín. Es muy interesante la pila bautismal, un fósil marino traído de Filipinas por los barcos mercantes de la Compañía. El templo tiene una capacidad máxima de 100 personas, y hasta el año 1977 se dicen en él misas los domingos obligatorias para los trabajadores, siendo el sacerdote jesuita Loring su capellán. Está dedicada a San Antonio.

Una capilla desconocida para la mayoría de los gaditanos y que merece la pena conocer.

En próximos posts hablaré del Museo del Dique y de las ruinas del Castillo de Matagorda. Todo ello formó parte de la visita de pasado sábado. A partir del próximo mes de abril, esta excursión al Dique en barco se organizará de forma regular.