Comer de lo que te denA final de mes tendrá lugar la Gran Recogida de Alimentos, una impresionante operación solidaria organizada con eficacia en toda España por el Banco de Alimentos, y que movilizará a más de 80.000 voluntarios (puntuales o habituales). El objetivo es superar los 14 millones de kilos de alimentos conseguidos en la Gran Recogida de 2013, con la participación de la gran mayoría de los supermercados de España. El Banco de Alimentos repartirá estos productos no perecederos entre personas necesitadas, a través de diferentes entidades sociales. Los efectos de la crisis continúan.

Según datos fiables, dos millones de personas se levantan cada día en España sin dinero para comprar sus alimentos más básicos, como la mayoría de los ciudadanos en este país. No tienen ingreso alguno, y tienen que esperar, buscar, ir a pedir, recoger, un lote de productos con que plantear desayunos, almuerzos, meriendas y cenas. Para eso están Cáritas, las parroquias o los comedores sociales, que saben lo que hacen.

De este modo, a estas cocinas de hogares precarios llegarán paquetes de arroz, de pasta, cajas de leche, algunas latas de conservas, botellas de aceite y varios kilos de legumbres. Intento ponerme en su lugar –cosa difícil porque por suerte nunca me he visto así- e imagino que tendrán que conformarse con marcas que nunca eligieron, variedades de alimentos que tal vez no les agraden; y llenarán sus despensas con productos que no saben cocinar, o que son incompatibles con gustos, intolerancias o exceso de calorías. Pero eso es lo que hay. Ya no hay compra ni elección, tienes lo que te quieran dar. El criterio es de la solidaridad colectiva, que no es poco.

Paquetes de alimentos, que entrarán en hogares con pobreza energética –todavía peor- y que solo podrán consumir platos precocinados (malos para la salud). Tal vez ni siquiera haya un cocinero o cocinera dispuesto a transformar esos kilos fríos en comida calentita. ¿Cuál será el estado de ánimo de esas familias?. Los alimentos son una cosa muy personal.

A estas alturas ya muchos se habrán acostumbrado a esta dependencia alimenticia, que dura algunos años, como la crisis; otros lo llevarán bastante mal, y tal vez una minoría no vea otro horizonte en el futuro que seguir pidiendo y esperando para llevar a casa un lote de productos.

Estamos ante una situación que se está viendo como en normal, siendo un fenómeno de humillación personal y colectiva para un país como España, supuestamente rico y desarrollado. El reparto de alimentos debido a la crisis en España, es –sobre todo por su permanencia en el tiempo- un gran fracaso del gobierno y de la propia sociedad. Es una vuelta a los difíciles tiempos de la posguerra. Hay quien trabaja y gana muy poco y por ello, sigue siendo oficialmente pobre.

País en dónde solo la iniciativa privada parece resolver los graves problemas de subsistencia, de paro y de precariedad laboral. País en dónde no conocemos con exactitud el nivel de pobreza de muchos de nuestros vecinos, o de los que viven en barrios que no pisamos nunca.

Este país debería estar preparado para a medio plazo ir corrigiendo las desigualdades, no aumentándolas.