Tarde del 6 de enero y los Reyes Magos sin cuadrar. Sobran juguetes. Aquí pasa algo, seguro que por la puñetera subcontratación para las entregas. El ojo del amo…. Faltaban los niños del puente de San Juan en Sevilla, inexistentes para el catastro. Pero el ordenador sentimental de Jorge Morillo lo sabe todo, y allá fueron Sus Majestades, surcando caminos infames, encharcados, inhóspitos, a repartir el resto de juguetes. Los niños salen corriendo a recibirlos. Eso no tiene precio.
La hierba que dejó la lluvia en el terreno engaña, pues sigue la misma miseria, aunque hoy soleada. La basura arde contra las ratas, que van a la suyo. Y allí, Canal Sur con toda su artillería, para no perderse una. De los capós de los coches salen bolsas negras numeradas. Hay que imponer el orden, los apellidos se repiten.

Toses infantiles en un Bronx sevillano, pero también tosen los niños más allá del puente, los que huelen a Nenuco. Rosa, la matriarca, trae el respeto al turno para recibir el juguete. Primero entrega Melchor, que no puede hablar pues escuchó de una niña “tú eres una mujer….”. Siguen Gaspar y Baltasar, que saben conversar con los niños. Algunos deberían aprender…

 Acaba la entrega: muñecas con carritos para gemelos, balones de fútbol y triciclos de plástico. Allí se juega como en todos sitios. Para los bebés, un muñeco musical, para una cuna que no tienen, duermen con sus padres, el frío no da para más. Del coche-altar de Jorge Morillo salen roscones de reyes para dar suerte a los mayores. Y una gran tarta festeja con los niños los 24 eneros de entrega de “Educar en la calle”.

Tarde con vida bajo un puente muerto. A mil metros otro puente vivo no para de parir coches, pero ninguno nos mira. Los balones vuelan por lo alto, juega el Real Belén FC. Las madres están contentas solo por ser madres, pero hoy más. Aparecen algunos padres con furgonetas sucias, que vuelven a sus poblados. Los medios han grabado Reyes, juguetes y niños en interacción pero sin domicilio.

Cuesta trabajo salir de allí, pero nuestros ateridos pies lo piden. Los abandonamos a su suerte el día más frío del año, hay que volver a nuestra mesita camilla calentita y civilizada. El cercano río Guadalquivir hoy va muy rápido, y las fogatas defensoras nos despiden desde lejos.

El taxi me devuelve a la realidad y a mi casa. No resisto la tentación de contarle al conductor mi experiencia, y él me cuenta la suya: su juguete favorito de niño fue un garaje. Todos tenemos limpios recuerdos. ¡Qué buen trabajo ser Rey Melchor!(o Melchora) Mientras haya ilusión, hay esperanza… en lo mucho que queda por hacer, en vivienda, en colegios, en cultura y en dignidad. Pero yo sé de buena tinta que el amor está en el aire y ése podrá con todo. Los guantes blancos que usé, ya en mi bolso, probarán la realidad y la magia de un sueño “real” vivido, un sueño de amor marginal.

(¡Ah! y hemos hecho fijo al Paje, que se lo merece)