En la imagen, situado a la izquierda, uno de los molinillos de café que tenemos, y que precisamente no es de los más antiguos: conservo uno en Cádiz que debe tener más de 50 años y ahí está el tío… pero bueno, este molinillo marca Moulinex dice que se quiere jubilar, y lo  ha demostrado dejando pillado su interruptor. El caso es que nos ha obligado a comprar otro, el que está a su derecha, de una marca no conocida, por cierto, pero que nos dice el vendedor (de una tienda de toda la vida) que él responde personalmente en su garantía. 

Se me ha ocurrido sacarlos juntos, en fotos, como un homenaje a un cacharro que trabaja con nosotros como mínimo una vez a la semana, según –claro está- la cantidad de café que preparemos, y según, si tenemos visita o no en casa. Nosotros somos de hacer café con poca cantidad, y solo uno al día.

Pensarán si me están leyendo, que por qué no compramos el café molido, como hace la mayoría. Pues no, somos románticos del disfrute del café. Lo traemos siempre en grano, y lo vamos moliendo a demanda, guardándolo en un recipiente hermético y en un mueble fresco (puede guardarse en la nevera caso de hacer mucho calor). Este sistema permite controlar el contenido de lo que compras y consumes de café. Yo en el caso del molido, no lo tengo muy claro.

Y, como curiosidad, le comentamos al vendedor del nuevo molinillo si ya no estaba de moda tener un cacharro como éste en casa, por aquello de la tendencia de contar con cafetera de cápsulas en casa y esas cosas, pues resulta que no, que nos dice que lo de moler café ha vuelto y que la gente vuelve a comprar molinillos. ¡Increíble!.

Y otro comentario de la tienda: dada la crisis de componentes procedentes del mercado asiático, en España estamos preparando fabricar nuestras propias marcas de pequeños electrodomésticos. Me parece estupendo.

Bueno, pues ahí está el tío, esta mañana lo hemos estrenado. Su precio: 24,90 euros. Una inversión más que rentable si nos dura tanto como el último.

Moliendo nuestro café se nos pasan los años…