Nuevamente me he inspirado en un artículo de la revista OCU Compra Maestra, concretamente el ejemplar de diciembre pasado. “Toneladas de razones para evitar las cápsulas” dice su titular. Y es que -indica el texto-  “400.000 toneladas de cápsulas de café metálicas y de plástico serán consumidas este año en todo el mundo, y la mayoría irá a parar al vertedero”. Demasiados residuos que apenas son reutilizables.

Cuenta el artículo que las cápsulas de café existen desde 1976 (ahora me entero), y diez años después fue la casa Nestlé quien registró la marca Nespresso con la primera máquina de café en cápsulas. Ya en 1989, cambió la forma de vender y consumir café dándole el valor de producto Premium. (700 tiendas en 70 países, con diversos sabores de café).

Estas máquinas de café fueron muy aceptadas por mercados como el norteamericano, pues se adaptaban al gusto del consumidor (café largo), Hoy día hay nuevas marcas y cápsulas compatibles, creciendo notablemente las ventas entre los años 2011-2016, y así hasta las 400.000 toneladas que se estima se han vendido en 2019.

Partiendo de la supuesta comodidad (¿) que representa este tipo de máquina de café, las cápsulas son sin duda un residuo incómodo. Para colmo, la ley no reconoce la cápsula con restos de café como envase, por lo que no pueden entrar como elemento a recuperar o reciclar. Al parecer, algunas empresas han creado sistemas de recogida de cápsulas, para que vuelvan al ciclo productivo, reutilizándose los posos para fines como compuestos agrícolas. También hay fabricantes que producen cápsulas biodegradables elaboradas con materias orgánicas que se desintegran en el vertedero antes que las otras, y pueden servir para hacer compost (bioenvases).

Las cápsulas reutilizables son una alternativa un poco más sostenible.

Para colmo, y según esta información de la página Directo al Paladar, acaban de retirarse 18 lotes de cápsulas que contenían fragmentos de plástico, noticia de la que no tenemos más datos.

Comprendo que en determinados ambientes –laborales, de negocios, comedores colectivos, o cierta hostelería- sea conveniente contar con una máquina de café de cápsulas. Pero me entristece mucho comprobar lo mucho que se ha puesto de moda esta manera de hacer café en los hogares.

Para mí, nada como la cafetera italiana de siempre, que además es barata y dura muchísimos años, doy fe (tengo algunas con casi 40 años); es cuestión de tener varias de diferentes tamaños, adaptada al número de cafeteros. Rapidez, fácil limpieza, y organización, y, además, y lo más importante, nadie nos impone el café que debemos tomar, sino que compramos nuestro café favorito, en grano, para molerlo nosotros mismos.

El tema de las cápsulas me parece otra vuelta de tuerca por parte de la industria –gourmet incluso- en vender algo con un valor añadido (el café, la máquina y el permanente consumo de cápsulas), ignorando la gran cantidad de residuos que genera e ignorando también la libertad de comprar el café que uno prefiera.  

La sostenibilidad lleva aparejada alguna que otra incomodidad, no lo olvidemos.

Para completar el reportaje, la revista OCU da algunos consejos para cuidar el medio ambiente consumiendo café:

  1.  No usar monodosis. Las cafeteras italianas solo producen posos, que van al contenedor orgánico.
  2. Reciclar en casa, separando las cápsulas usadas para separar el envase de los posos.
  3. Llevar las cápsulas usadas a un local de recogida o entregarlas al hacer el pedido de compra online.
  4. Usar cápsulas compostables, que empiezan a comercializarse cápsulas con materia orgánica, cuyos residuos son compostables industrialmente. 
  5. Acabar con el concepto de usar y tirar: las cápsulas reutilizables dan para 50 usos como mínimo o incluso indefinidamente.