Cierra Bazar VictoriaSentí mucho la noticia difundida en las redes sociales. Llevaba años como clienta. Mis últimos cacharros de cocina eran de allí. Cuchillos, coladores, ollas, peladores, ralladores, fuentes de horno, utensilios de silicona, sartenes, fiambreras, peroles, alguna regadera, boles de cristal, varios morteros y sus majas correspondientes, incluso una tabla de plancha y un tendedero… pues ya se acabó. Tras 100 años de funcionamiento, cierra el Bazar Victoria. ¿Adónde iré a comprar ahora sin tener que coger el coche?

Fue una referencia en Sevilla. Durante años miraba sus escaparates, siempre con las últimas adquisiciones. Raro era el mes que no compraba alguna cosa. A veces por reposición en casa o en mis talleres de cocina, y también por hacer algún regalo de cumpleaños o de Reyes a familiares o amigos. Me encantaba entrar allí.

Sus empleados me preguntaban por mis cursos de cocina, me asesoraban sobre qué llevarme y encima me hacían algún descuentillo. Disfrutaba de esas visitas. Bazar Victoria tenía siempre lo último en accesorios de cocina. Y también vendía por internet a través de su página web.

Pero lo han cerrado los Amazons. Imposible competir con ellos. Ahora se gestionan las necesidades de chismes de cocina a través de una empresa gestionada digitalmente, cuyos empleados –cientos de ellos- reciben el pedido de modo estandarizado y lo ponen en marcha con rapidez organizada. Aquí no hay opiniones, criterios ni consejos de proveedor de confianza. Aquí no hay voces humanas.

Ya no se puede hablar con ellos, ni mirarles a los ojos. Se acabaron las compras en el centro los sábados o los viernes por la tarde. Ya no se llevan las preguntas, las recomendaciones sobre lo que uno necesita comprar, ni tampoco el pasear por entre sus estanterías, contemplando la mercancía expuesta, brillante, bien clasificada, que luego se exhibiría en aquel mostrador centenario de madera.

Comprar es también un placer y un servicio cuando se hace con sentido, con fundamento y con una infraestructura humana y sensata dirigiendo el consumo.

Hice esta foto con mi móvil unos minutos antes de abrir la tienda –que sigue liquidando para el cierre durante el mes de abril- , y alguien me llamó desde dentro. Era Paula, la empleada más joven del Bazar Victoria la que me saludaba con tristeza, y que, impotente, asume que no pueden competir, que todo está cambiando en el sector del comercio, y que ya no pueden sobrevivir.

Lástima, porque sigo yendo a comprar con mi carrito: a la tienda de piel y complementos, a la farmacia de siempre, al local de los arreglos, a la panadería de mi amigo Fidel, a la tienda de productos gaditanos de Ana Gavira, y al mercado de abastos de Cádiz. Tal vez eso ya no se lleve, pero es la mejor fórmula: calidad, servicio, precio y cultura o información, que no es poco.

Adiós al Bazar Victoria. Los bazares, como las mercerías no están bien vistos en este nuevo sistema comercial, y nadie apuesta por ellos.