La lección correspondiente al aula formativa número 10, del Bar Loanca, se presentaba bastante complicada. Está situado en la Avenida Amílcar Barca, 29 (Paseo Marítimo, junto a Isecotel) y en ese momento del mediodía se celebraba el IV Festival Aéreo en la playa gaditana de la Victoria. Consistía la prueba en lograr alcanzar el mostrador del Bar, pedir y recibir la tortilla, degustarla con finura académica, además de otras tapas, conseguir el sello de la cartilla como tortillando oficial y no morir en el intento. Pero por esta vez, logramos ponernos a huevo, y fuimos inasequibles al desaliento. Además, en el interior del establecimiento no hacía ni frío ni calor: los aires difíciles de Cádiz entraban y salían libremente por las ventanas del Loanca, -que hace esquina- refrescando el ambiente de un modo natural, yo diría que gaditano.

Tuvimos que esperar una nueva tortilla. La pequeña cocina no paraba un momento. Era domingo, y estaba saliendo de ella el esperado menudo de garbanzos, según el programa establecido. Aparte, ensaladilla, papas aliñás, etc., y muchas, muchas cañas  de cerveza sobre el mostrador. ¡No entiendo cómo hemos vivido tantos años sin entrar en el Loanca!

Su Majestad la tortilla apareció deseada, admirada y observada por un coro de fotógrafos virtuales y tapeadores impacientes. ¡Vaya pinta! Era muy amarillita, de buen grosor, y se vislumbraba jugosa y cremosa. Era una tortilla estándar de gran calidad, desde hace ya 22 años que lleva abierto el local. No obstante la aglomeración de clientes, lo ruidoso del momento en el Paseo Marítimo, lo vulgar de nuestra indumentaria –volvíamos de la playa- , la degustación de tortilla fue todo un éxito. Por mucho que los clientes gritemos la comanda, al otro lado de la barra no se agobian, tienen muchas tablas y saben atender perfectamente sin ponerse nerviosos. Una gran tortilla, con una gran cerveza, deja satisfecho al tortillando y justifica el haber llegado hasta allí. El Bar Loanca tiene una clientela fija, cada una adepta a sus diferentes especialidades, además de ser un bar sin tonterías y con autoservicio en las mesas, donde se sienta gente siempre alegre.

En fín, fue cómo degustar una excelente tortilla sin otros complementos, como si te la pusieran en casa. Salimos de allí muy contentos, sin estrés, con la cartilla de tortillología sellada y yo con la pamela muy bien puesta. Otro parcial aprobado.