Buscando en las librerías gaditanas de ocasión –una de mis aficiones favoritas- encontré este recetario de 2006, con una expresiva portada. “Las recetas de mi suegra”, es de Virginia Parrondo y está editado por Espejo de Tinta.

Viendo hace poco pinturas barrocas de ambientes gastronómicos, en más de uno aparecen dos mujeres trabajando en la cocina, una de mayor edad que da consejos culinarios a la otra, más joven. Es decir, los recetarios y las técnicas de cocina se han ido transmitiendo en los hogares de generación en generación, o al menos así ha sido hasta ahora. Que en el futuro no lo tengo muy claro, al fin y al cabo, seguimos preparando la comida –los que cocinamos- igual que hace mil años, con el fuego, los cacharros, los tiempos y las combinaciones de ingredientes. Otra cosa son las nuevas herramientas de la cocina (el frío, los robots, las batidoras, etc.), que nos facilitan el quehacer culinario.

Pero volviendo al recetario “Las recetas de i suegra”, me encuentro con un muestrario de platos de lo más sencillos. Ensaladas (indispensables), salsas, sopas y purés, arroces, pasta, patatas, verduras, legumbres, huevos y croquetas, pescado, pollo, carnes y postres. En fin, cocina variada como guía para comer en casa. Con materias primas corrientes y simples explicaciones, nos devuelve a la cocina de nuestros hogares del siglo pasado.

Sé de quién conserva los viejos recetarios de sus abuelas, madres o suegras como joyas y acude a ellos constantemente, consultando sugerencias para sus comidas de diario. Son la experiencia, el trabajo y en suma una cultura, que busca preparar la mejor comida para servir a la familia. Un modelo que creo está en decadencia, o no, como dicen en Cádiz. Pero en cualquier caso, siempre será un material de investigación para generaciones futuras.