Comprar alimentos fue, es y será un acto necesario, una tarea de la que estamos perdiendo el romanticismo, su verdadero significado. Falta de tiempo, falta de valoración y en suma, vulgaridad industrializada. Me gusta revivir la emoción que supone ver y elegir la fruta, los tomates, las lechugas y calabacines, aunque ya no vengan de huertos cercanos, pero sí de cooperativas de pequeños productores, que no es poco. Y me siento privilegiada por tener recursos para aprovisionarme de la comida que me gusta.
Me entristece, eso sí, pensar que esos alimentos sufren las penurias del campo, económicas y ambientales, pero también forman parte de movidas especulativas de la oferta y la demanda. Y bueno, no hay que olvidar que incluso se benefician de mejoras tecnológicas y logísticas en esta parte del mundo…
Un placer asistir al espectáculo del mercado con productos frescos, llenos de vida, fuentes de vitaminas y recuerdos de trabajos en la tierra o en el mar.
Mi amigo Luis Miguel León, esta mañana, me lo ha recordado en las redes, lo que es la LISTA DE COMPRAS:
Lista de compras.
Por Luis Miguel León.
Si vas a comprar, amor, si vas a comprar,
no olvides apuntar en la lista de compras
aceite de miel, hojas de hielo seco,
ensalada de café con amapolas,
caldo de té negro y serpientes,
y tiempo…; compra tiempo, amor, mucho tiempo,
para seguir mirando el mar con ojos de plata.
Si vas a comprar, amor, llena el carro hasta arriba
de horas, de minutos, de noches, de bostezos,
de silencios abrazados un domingo,
de despertares sin prisas,
de amaneceres perdidos
allá donde el barco del arroz.
Si vas a comprar, amor, si vas ahora,
anota, no olvides, jengibre de pez y huellas de nácar,
y todas las naranjas amargas
de la tierra que nos da de beber,
champú azul con olor a cebolla fresca,
y agua con el gas de los volcanes apagados.
Si vas a comprar, amor, voy contigo,
y así no olvidaremos nada que
nos haga perder ni un segundo más,
ni un segundo, ni un solo suspiro
que nos entretenga de seguir viviendo.
