Creo que andaré por los 45 años más o menos. Ya ni me acuerdo. En el pasado formé parte de un juego de vasos serigrafiados con estilo inglés, de un magnífico cristal, orgullo de mis propietarios. Me solía dedicar a la cerveza o simplemente al agua, porque mi tamaño es más bien mediano y no es muy apropiado para vino ni para cubatas. Hasta hace poco tenía mi pareja, una copa de coñac-ponche de formas redonditas con la que hacía juego, también resto único, mi media naranja en realidad, pero desgraciadamente tuvo un accidente sobre la encimera de la cocina, y en un descuido acabó en mil pedazos.
No sé por qué estoy contando aquí mi vida, con lo discreto que he sido siempre. Pero veo que la gente se desahoga en las redes sociales, cuenta lo que piensa, lo que siente, lo que le molesta y lo que desea. Me siento importante, pero no soy más que un superviviente de mi generación, que ha visto desaparecer a unos pocos. Imagínense, estoy solo, completamente solo, como muchos de los hombres viejos.
No me parezco a nadie, no quepo en ningún mueble de cocina ni en vitrina de salón. Allí donde me pongan destaco como incordio, porque estorbo, sobresalgo por altura o por color. Pero aún puedo presumir de mi fachada: no tengo ningún defecto en mi superficie, sigo teniendo el mismo brillo de antes y mi serigrafía está intacta. Pero sin pareja con la que compartir líquidos.
¿No podría crearse un museo para supervivientes de cristalería o porcelana?. Lo digo porque conozco a alguna que otra taza que también ha quedado como única muestra de un grupo que existió en el pasado, como en mi caso, que sirvió para algo, que se posó en mesas y bandejas selectas, y que vivió aperitivos de alto nivel, junto a aceitunas, buen queso, lonchas auténticas de jamón (antes todas lo eran)….
Ya sé que normalmente todo acaba. Pero gracias a la era digital mi imagen puede vivir eternamente en la memoria. Recuerdenme, fui un buen vaso elegante, optimista y cumplidor, trabajé bien y siempre estuve disponible, sin horarios ni limitaciones. Sin saber por qué, he sobrevivido a mis otros cinco compañeros.
Tal vez me empleen para contener una flor metida en agua ¿por qué no?. Me encantaría seguir siendo útil y luciéndome un poco, que es a lo que estoy acostumbrado en manos de los buenos bebedores y sibaritas eternos.
Cosas de los vasos, tonterías nuestras.