De nuevo la revista OCU Consumidores escribe sobre hábitos cotidianos que suponen ahorro o eficiencia de recursos económicos. En esta ocasión, en el ejemplar de diciembre pasado, trata del despilfarro generalizado de los alimentos. Aquí todos tenemos responsabilidad: productores, comerciantes, restaurantes y consumidores por supuesto. Se calcula que tiramos 1 de cada 3 alimentos a la basura. Esto es muy fuerte, teniendo en cuenta que 900 millones de personas pasan hambre.

El despilfarro no es solo una pérdida en sí mismo, sino también de los recursos que se han invertido, por ejemplo de agua. Se calcula que una hamburguesa necesitó 2.500 litros de agua para su elaboración (según publica OCU). Es decir, que un alimento como producto manufacturado es también caro en el coste de sus componentes.

Son las frutas y las verduras lo que más tiramos a la basura (por mala manipulación, rotura de la cadena de frío, y al ser más perecederos.). Al parecer, ocho de cada diez consumidores reconocen que tiran comida a la basura de vez en cuando. También tiramos mucho pan y bollería.

Nuestros malos hábitos podrían resumirse de este modo:  

  • No organizar un plan de comidas semanal para racionalizar las compras
  • Olvidarse de congelar la comida antes de que ésta se estropee.
  • Tirar la comida que ha sobrado en el plato.
  • Tirar las sobras que se guardaron o se congelaron.
  • No guardar los alimentos tal como indicó el fabricante.
  • No gastar antes los alimentos más antiguos en la nevera.
  • No comprobar la fecha de consumo preferente o de caducidad al comprar.
  • Comprar un exceso de comida.
  • No distinguir fecha de caducidad y fecha de consumo preferente.

Para evitarlos, los consejos a seguir por los consumidores (según OCU), serían éstos:

  • Usar el congelador, en raciones adaptadas a nuestro consumo (si se descongelan y no se comen, pueden cocinarse de nuevo antes de volverlas a congelar).
  • Adobar la carne y el pescado, así duran más.
  • Hervir los huevos pasados de fecha y tomarlos duros.
  • Hacer tarta con el pan sobrante.
  • Cuidar lo que se guarda en la nevera para controlar las fechas.
  • En lugar de tirar la fruta, hacer macedonia o mermelada con ella, y con el tomate, gazpacho o sofrito.
  • Servir raciones justas.
  • En el supermercado, evitar ofertas tipo 3×2, que suelen tener fechas de caducidad cercanas.
  • Aprovechar los recortes de pescado o carne para preparar caldos o salsa.
  • En un restaurante, pedir llevarse la comida que sobró, sin ningún apuro.
  • Tener ordenada la nevera según antigüedad.

Y en cuanto a la cadena de producción, hay también recomendaciones para evitar el despilfarro:

  • Aprovechar toda la cosecha (aunque no cumpla los controles).
  • Alimentar el ganado con los alimentos sin salida comercial.
  • Vender en los lugares más cercanos, con menor almacenaje.
  • Realizar un transporte rápido, para disminuir el deterioro de la mercancía.
  • Aprovecharlo todo para transformarse en otros productos.
  • Clasificar los productos según tamaño o estética para su mejor destino.
  • Apostar por la pesca selectiva.
  • Manipular con cuidado.
  • Escoger un buen diseño para el envasado.
  • Controlar las temperaturas en los refrigerados.

En resumen, el 39% de los alimentos los tira el fabricante, el 14% la hostelería y el 5% los distribuidores y los comercios.

Creo que este excelente estudio de la revista de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) pone de manifiesto lo poco que cuidamos el ahorro y la racionalización de los alimentos. Tal vez así podríamos arreglar un poco este mundo tan desigual en el que vivimos.