“No me dio tiempo a recoger la cocina, es que tuve que salir corriendo…» eso dicen todos/as. El caso es que nos olvidan, nadie nos friega en tres o cuatro horas o más, y claro, nos resecamos inevitablemente. Somos los platos sucios, el lado oscuro de la puesta en escena de la gastronomía glamurosa, la leve corrupción que todos quieren ocultar tras la puerta de la cocina, y al final, un pedazo de fregao, como el que tenemos hoy, que no hay quien se atreva con él.
¿Cómo llevan ustedes esa mala imagen?
Hombre, somos muy profesionales. A pesar de los restos de comida mal esparcidos por nuestra superficie, se sigue distinguiendo nuestro diseño actual, nuestra marca o nuestro origen inglés…Es solo cuestión de limpieza. Durante años hemos dado trabajo a pinches principiantes, pues alguien tenía que fregar los platos. Algunos de ellos hoy son grandes cocineros.
Ya, pero ¿no creen que perderán mucho si son sorprendidos in fraganti?
Puede ser por las malas costumbres. Los platos nos dedicamos desde tiempo inmemorial al digno oficio de presentar la comida –más o menos estéticamente- , y aparecer sucios es uno de los riesgos de nuestro trabajo. Pero dependemos de la gente.
¿Creen que hoy con las cocinas modernas se cuidan más estos detalles?
¡Qué va!, eso no tiene nada que ver. Gente guarra y desorganizada hay en todos sitios, tengan la cocina ultra fashion o del modelo «Cuéntame». Vamos, que es cuestión de forma de ser, no del escenario ni del nivel de pasta. Hemos conocido cocinas viejísimas con un punto de orden y limpieza excepcional. Platos sucios hay en todos sitios, en todas las comunidades, (ya lo he dicho).
¿Qué experimentan ustedes al verse así?
No nos gusta pero sabemos que es cuestión de tiempo. Porque en pocas horas tendrán que fregarnos y secarnos, tendrán que comer de nuevo, y colocarnos en la mesa, como si no hubiera pasado nada. Lo llevamos con mucha resignación. Es cierto que hay gente que deja los platos más repugnantes que otros, e incluso hay quien rebaña tanto que no hay ni que fregarnos….son modos distintos de enfrentarse al plato. Pero lo peor es cuando la suegra entra a escudriñas (auditar) a la cocina y descubre que hay más déficit de higiene del que suponía. Entonces se forma, y se entera todo el mundo. La oposición es así.
¿Prefieren el lavado a mano o a máquina?
Pues nos gusta más que nos frieguen a mano, el agua está más fresquita, el estropajo más suave y enseguida nos enjuagan debajo del grifo. Lo del lavavajillas es más pesado, a veces el lavado tarda en empezar, y mientras tanto el olor interior es insoportable…. Por el método manual a veces escuchamos cantar al fregador, un aliciente.
¿Se sienten lo peor de las comidas?
No crea, normalmente coincidimos cacerolas, fuentes, cubiertos y vasos sucios, o sea, los que trabajamos, todos juntos en crisis higiénica hasta que decidan fregarnos. Aquí ninguno puede presumir. Lo malo es cuando nos resecamos demasiado… a ver si cunde el ejemplo y a la gente le da por recoger la cocina y fregar, que es cuestión de organización. Luego siempre queda tiempo para sentarse a descansar un poquito…. ¡qué mala es la sobremesa, con esos programas morbosos en la tele, empeñados en encontrar los platos sucios en las cocinas ajenas, en lugar de ponerse a lavar los propios…
A Adela: pues sí, hoy no hay excusa que valga para dejar los platos sucios en la cocina….
Querdos sobrinos: hoy hablais de los platos sin fregar. Recuerdo aquellos tiempos en que no había Mistol y era una porquería fregar los platos con un estropajo de esparto y un taco de jabón verde, y no había manera de quitarles la grasa. Era tal la malaje a la hora de fregar, que todas en casa escurríamos el bulto, periéndonos con mil achaques; es que me duele la cabeza, es que estoy resfriada, pero al final había que hacer un sorteo a ver a quien le tocaba, y no había más remedio que aguantarse.
Bendigo el lavaplatos ¡qué feliz invento!, aunque yo sigo fregando a mano, ¡maldición!. Estupenda la poesía y el escrito. Felicidades.
Gabriel: desde luego la poesía relata los avatares de los platos en su trabajo diario…. clarísimo.
Hacen paradas marciales
antes de que los manejen;
limpios, para que los dejen
listos a los comensales.
Después han de soportar
huevos fritos rebañados
que se quedan muy pegados,
sin fregoteos, dejados
por la reunión familiar.
Si no es el huevo, es la salsa
de tomate o color rosa,
pero igualmente pringosa.
Y la misma risa falsa;
y la cocina, apestosa.
Platos que llegan rumbosos,
de alimentos buenos llenos,
y retornan aceitosos.
¡aún puede que lleguen menos
al caer por resbalosos!
Platos que no ponen peros,
pero los llevan encima,
porque fruta no escatiman
los de postre, los postreros.
Nos traen comida caliente,
no piden sino limpieza:
bien fregada cada pieza…
y listos al día siguiente.
Hola Benjamín. En la cocina todos tienen cosas que decir, desde el paño de cocina hasta el reloj de la pared. De eso me encargo yo.
Gracias por tu visita.
Un día de estos haré con todos tus soliloquios y entrevistas una sección para radio (se lo merecen). Un abrazo.