Eso mismo ocurre con los alimentos en el partido interno de nuestra asimilación, donde algunos de ellos se llevan a matar, haciéndose patente al ingerirlos en la misma cantidad (lo dicen los expertos en nutrición), pues bloquean una correcta asimilación que impide la deseada pérdida de peso. Esta teoría lleva a la llamada tabla de Hay/Walb, que establece que una dieta exige una desproporción entre alimentos que tienen mal rollo químico entre sí, aunque no social-gastronómico, (pues mezclados están riquísimos), pero en el mismo menú pueden provocar incidentes que no nos dejen adelgazar.
Así, carbohidratos y proteínas no deben ir nunca a partes iguales. Es el caso del guiso de las deseadas patatas con carne, que para hacerlas compatibles con nuestra dieta es necesario comer más carne que patatas, o viceversa. La proporción se establece en 4-1 aproximadamente.
Cereales, harinas, pan, pastas, arroz, y legumbres (tan necesarios) por ejemplo, deben separarse o consumirse desproporcionadamente con respecto a carnes, pescados, leches, quesos y huevos, so pena de no conseguir el efecto de su correcta asimilación sin dejar grasas. Por supuesto, hay alimentos neutros, como aceites, nata, yema de huevo y todas las verduras y hortalizas, que son tan pacíficos que se llevan bien incluso con los dos conflictivos grupos anteriores, contribuyendo a que podamos perder peso mientras comemos.
Ésta es la regla número uno para comenzar una dieta. La información me la facilitó la doctora Cruz, (Clínica Roch), quien también subrayó, refiriéndose a los productos industriales o precocinados, que ésos no hay protocolo de seguridad que pueda con ellos, porque son los auténticos “hooligans” de la dieta, alteran la convivencia y siembran la discordia allá donde van. Está claro que hay que restringir e impedir el acceso de estos alimentos a los partidos de liga si queremos perder peso, ¡hala!, ya lo he dicho!.