Desde el primer año en que la pisé, allá por 1979, he conocido una gran evolución de la oferta culinaria en la Feria de Sevilla, como ocurre en la hostelería en general y en la forma de comer de nuestros hogares. Se ha pasado de una gastronomía muy casera y tradicional a introducir nuevos sabores y nuevas técnicas de preparación en las cocinas de las casetas del Real, tal vez por la influencia de una normativa higiénica mucho más restrictiva, afortunadamente para nosotros los usuarios. En cuanto a los horarios de comida creo que no han cambiado demasiado en el tiempo, pues en la Feria las cocinas trabajan sin interrupción para los turnos de mediodía, tarde y noche.
Por supuesto, lo más positivo ha sido la mejora en la higiene y manipulación de los alimentos. En otros tiempos eran muy normales las infecciones intestinales durante o tras la Feria, y curiosamente había pocas quejas, se le achacaba a cualquier causa. Comer hoy en la Feria de Abril es muchísimo más seguro que antes, con los controles alimentarios vigentes, como ocurre en la hostelería en general.
Recuerdo el tapeo del mediodía con platos de embutidos con sus picos (jamón, queso, caña de lomo…), los platitos de aceitunas, el pan blanco, las tortillas que se hacían al momento (y cuya recepción se esperaba en la barra), pero también aquellos guisos de carne con papas o de garbanzos que nos entonaban el cuerpo. En cuanto al arroz, no llegué a probar ninguno que me gustara lo suficiente. El arroz se cuidaba poco.
Mención aparte era el pescaito frito de la noche del sábado, el del alumbrao, un poco antes de las doce, con frituras que se traían de Triana, muy cerca, todavía calentitas, para celebrar que la caseta ya estaba lista del todo.
En cuanto a la bebida, además de la omnipresente cerveza de barril, la manzanilla y los refrescos, el rebujito se ha hecho imprescindible en todos los grupos (a mí personalmente no me sienta bien y por ello nunca lo pruebo).
Más de cuarenta años después, veo que la calidad de los caterings es bastante irregular. La materia prima suele ser mediocre, las tortillas se llevan ya hechas y están bastante resecas, el jamón brilla por su ausencia y se paga a precio de oro (me parece bien, es un alimento de lujo). Y los camareros transportan bandejas con bonitos emplatados (cucuruchos, vasitos, platitos pequeños….), pero también con tapas precocinadas a modo industrial y difíciles de identificar.
Y echo mucho de menos aquellos buenos guisos calientes, caldos de puchero y gazpachos fresquitos (ahora se ven poco). Tiempos en los que las cocinas de las casetas nos hacían recordar la comida de casa. Tiempos en los que en las calurosas cocinas de las casetas había grandes maestros de los fogones de toda la vida.
En resumen, ahora comemos más productos mediocres y procesados aunque con unos emplatados más presentables.