No sé si es políticamente correcto. Lo normal sería poner aquí una imagen o dos de detalles bonitos de mi cocina, mostrando modernidad, orden, diseño y organización. Pero esto también forma parte de ella, un cajón amplio compartimentado para guardar chismes útiles en la cocina. Son objetos pequeños y diversos y sin duda fomentan el síndrome de Diógenes, pero ésa es la cruda realidad de este espacio llamado cocina, que siempre tiene rincones con utensilios inclasificables.
Por suerte, mi cajón de tiestos, que no para de crecer, es lo suficientemente ancho como para recogerlo todo y facilitar su localización. De vez en cuando hago alguna “limpia”, regalando algo que esté duplicado y así sobrevive este cajón tan especial, que pisa a otros dos de los llamados “cazoleteros”.
Pues aquí lo tienen: cuchillos de reserva (el de jamón por ejemplo), abridores de botellas, sacacorchos, abrelatas, rascadores de vitrocerámica, dosificadores para infusiones, aros para decoración de platos, mangas coladoras, medidores de pasta, cascanueces, deshuesador de aceitunas, tapaderas de silicona, tapones de corcho y madera, pinzas para cerrar bolsas, abridor de botes, peladores de patatas y verduras, mandolinas, filtros de cafeteras, gomas de tarros herméticos, etc., no sé si me dejo algo. Un montón de artilugios más o menos complejos que siempre tienen un papel en la cocina con mayor o menor frecuencia.
Estéticamente no es un cajón interesante, pero lo único que podemos es mantenerlo lo más limpio y ordenado posible. Al fin y al cabo, todo su contenido nos hará falta en alguna ocasión.
Todo ello, sin perjuicio de que en la pared, en dos funcionales barras de aluminio, cuelgan otras herramientas de cocina más vistosas y brillantes como coladores, ralladores, cubiertos de servir a juego, pasapurés, etc.
Hoy he traído al blog el cajón de las pequeñas herramientas de cocina, porque creo que no le prestamos la atención suficiente para lo mucho que nos ayuda en nuestras tareas culinarias y gastronómicas.