Boquerones fritos SopranisMi reino por unos buenos boquerones fritos, mi debilidad confesa. Ya no frío pescado en casa por lo mucho que se ensucia la «vitro», lo que se desperdicia de aceite y lo que huele luego la cocina. Para eso están los buenos bares y sus mejores instalaciones para freír. Lo único que se les pide es que el pescado esté en condiciones de frescura, limpio el aceite y bien de temperatura. Pues éstos de la foto, a pesar de su aspecto dada la nocturnidad y alevosía,  estaban de lujo.

Tras algunas (ya bastantes) malas experiencias sufridas últimamente en boca con el pescado frito o a la plancha en la hostelería, ando un poco decepcionada y sin motivación sobre esta variedad gastronómica. Amo profundamente el pescado frito, desde siempre. Crecí degustando pescadilla, cazón, pijotas, acedías y boquerones en casa; a veces también importados del freidor del barrio, pero impecables.  Y siento una gran emoción ante un plato de frito decente. Lo mismo que me llevo el gran disgusto si el pescado está flojo e indefinido de carnes, calcinado por el exceso de grados centígrados del aceite o con sabor inclasificable por su incierta frescura.

Como ahora escribo en alabanza,  puedo decir su origen: son los boquerones fritos de Sopranis, en la calle que lleva su nombre, en Cádiz. Además, se tomaron en mesa alta una noche de la Gran Regata Cádiz 2016 (a finales del mes pasado), con miles de personas por la calle, terrazas a rebosar y camareros desquiciados ante tanta avalancha de público. No obstante, estos boquerones llegaron a su tiempo, bien fritos y aunque con la piel algo despegada, fueron auténticos representantes del mejor pescado frito de Cádiz. Emocionante.

Forrados de plata, en su justo mediano tamaño, con su carne jugosa, en el punto justo de fritura, aquello fue inolvidable.

Gracias a aquellos establecimientos gaditanos que, además de incluir en su carta diversas recetas más o menos modernas o complejas, siguen ofreciendo platos de pescado frito con corrección, eficacia y calidad. El pescado frito sigue estando en nuestra cultura, preferencias y en nuestras opciones de menús callejeros.

Boquerones fritos, eterno prototipo azul, carne jugosa, espina amigable, sabor marinero en boca, recuerdos de mesa gaditana, cena veraniega y, sobre todo, satisfacción de que lo bueno también existe.

Y un pimiento frito como notario y testigo de la escena.