Alimentación y cáncerDeberíamos comer bien Sí o Sí. O sea, ingerir con regularidad alimentos no procesados, en una dieta equilibrada y con variedad. La razón va más allá de satisfacer nuestras necesidades nutricionales a corto plazo, sino porque los estudios demuestran que la alimentación influye en la aparición de ciertas enfermedades crónicas, por delante de los factores genéticos. De eso se habló en la interesante ponencia del profesor José Pedro Novalbos Ruiz (titular de Epidemiología y Medicina Preventiva y Salud Pública, de la Facultad de Medicina, Universidad de Cádiz), en la edición 65ª de los cursos de verano bajo el título “Implicación de la alimentación en la etiología y prevención del cáncer”.

Esta enfermedad se caracteriza principalmente por la pérdida de control del crecimiento y la proliferación celular, con influencia de factores genéticos y ambientales (el 80-90% de influencia). Pero de estos últimos, la dieta representa un peso del 35%. Hay que tener  en cuenta que nosotros, por nuestros propios medios, somos capaces de eliminar las células cancerígenas.

Los estudios concluyen que una modificación en los hábitos de consumo de alimentos podría prevenir un 30-40% de tumores malignos (50% de estómago, 35% de colon y recto y 10% de mama). También se habla de la importancia de la temperatura de consumo de los alimentos, como responsable de ciertos tumores digestivos.

El uso del ajo contra el cáncer lleva siendo analizado desde hace más de 3.500 años. Ya en 1940 se comprueban las primeras evidencias experimentales del efecto protector de la dieta hipocalórica y baja en grasas.  Y en 2000 se redactan informes de expertos que evidencian la relación dieta-cáncer. De este modo, van avanzando los conocimientos sobre la alimentación y la genética. y se estudian las patologías más frecuentes y se analiza la dieta de la población.

Se demostró por ejemplo, la relación del cáncer de estómago con el consumo de salazones (pescadores del Mar Báltico) o de pocas verduras en la dieta (no en los agricultores). Para el cáncer de estómago e intestino, se subraya la influencia de los conservantes de las carnes (jamones, salchichones y algunos quesos), así como con algunas bebidas alcohólicas, vegetales, pescados e incluso algunas aguas.

Continúa la investigación sobre los edulcorantes sintéticos, la sacarina, el ciclamato, de los que hay fijada una ingesta diaria admisible. Lo mismo en el consumo de Coca-Cola ligth,  Coca Cola Zero, que es ciclomato de sodio….Igualmente se demuestra que los colorantes alimentarios tienen poder cancerígenos, pero solo en grandes niveles.

Hay mecanismos que actúan aumentando el riesgo de cáncer, es decir, por mutación genética o daños en el ADN: acción de hidrocarburos (combustibles a altas temperaturas), etc.; promoción tumoral favoreciendo el crecimiento de una célula mutada, la alta ingesta de calorías y obesidad, alta ingesta de grasas saturadas, proteínas animales y sal.

El aceite de oliva tiene un efecto protector y los ácidos grasos Omega-3 reducen el crecimiento tumoral, minimizando la incidencia de tumores.

Las grasas afectan a las células a través de la permeabilidad de su membrana, actuando sobre el metabolismo y alterando los mecanismos de crecimiento celular e incluso la composición de la bilis y formando estrógenos en mujeres posmenopáusicas.

Y no puede olvidarse que un mal hábito es la inactividad física, causante del sobrepeso y la obesidad, y que se considera responsable del cáncer en menopáusicas, de colon y recto.

El exceso de alcohol es también un factor de riesgo, para el cáncer de faringe, laringe, esófago, hígado, mama, colon y recto. El alcohol en ciertos niveles, inflama las mucosas y quema las vitaminas. El tabaco y el vino blanco –juntos- potencian el riesgo de cáncer de laringe. Hablamos de niveles por encima de los 50 g diarios de alcohol, es decir, 5 cervezas ó 2 cubatas, que podrían multiplicar por 2-3 el riesgo.

Una dieta rica en vitamina B es la mejor prevención contra el cáncer de pulmón (lácteos, frutas y verduras). Los suplementos, según estudios, no funcionan.

Para cuidar el intestino, se recomienda pescado y mucha fibra. El exceso de proteína significa un gran riesgo sanitario.

Hay una serie de alimentos que ayudan a regular la actividad inmunológica y la respuesta inflamatoria (el ácido ascórbico y el resveratrol). Las frutas, el chocolate, el ajo y la cebolla, son desintoxicantes.

Brócoli, ajo, zanahoria, tomate y soja, tienen vitamina A, excelente para mucosas y vías respiratorias ó anticuerpos. Las vitaminas C, E y D, influyen en la menor proliferación celular. Y la fibra dietética, disminuye el tránsito intestinal. Serían necesarios 600 g diarios de fibras, así como disminuir grasas y proteínas, aumentar pescado y frutas y verduras.

Otros consejos propuestos son cuidar los métodos de cocción correctos, para alcanzar una temperatura mediana en los alimentos, con niveles correctos de sal y menos consumo de alcohol, más fibra y menos carnes rojas, junto a menor sobrepeso y más actividad física.

Todas estas conclusiones se extraen del mejor y más ambicioso estudio sobre alimentación y cáncer, el llamado EPICSA, centrado en la población europea.