En el campamento de verano Pinapark en dónde mi hijo trabajó como monitor a principios del pasado julio, conoció a dos niñas gemelas y celíacas, con muchos años de diagnóstico, y de unos trece años aproximadamente.
Me cuenta Manu que estaban muy organizadas en lo que a la celiaquía se refiere: llevaban consigo sus paquetes de pasta y su propio pan sin gluten, así como algún preparado de sus salsas favoritas.
Así, recurrían a sus propios productos el día que en el campamento había pasta en el menú o bien alguna salsa sospechosa de llevar harina. Por supuesto, las tostadas para el desayuno de estas chicas se hacían en una tostadora aparte y colocada en otro sitio, para evitar la contaminación procedente del resto del pan.
Todo ello hace pensar que un niño o niña celíaco puede disfrutar de los mismos alicientes que el resto, si aprende la rutina de evitar el gluten en la alimentación, para lo cual, está claro que es fundamental la formación y la responsabilidad del niño celíaco, conseguidas a través de sus padres, cuya actitud es importantísima. Por supuesto, también es de resaltar el papel de los establecimientos como el comedor de este campamento, que guarda y respeta las normas básicas e imprescindibles de seguridad alimentaria en la celiaquía.