«Que de las balas sordas de los hospitales morían treinta por cada uno que moría en las batallas por las balas de los enemigos,»… «si hubiera nacido esto de la escasez de fondos, lloraríamos la desgracia como una calamidad con que Dios nos afligía; mas procediendo de malversación de caudales ¿cómo es posible que VM lo mire con indiferencia?» Así denunciaba ante las Cortes el diputado Esteban Gómez, la deplorable situación de abandono del Real Hospital Militar de San Carlos, objeto de una red generalizada de corrupción, el 21 de abril de 1811. El dia antes el médico J.A. Villarino también lo había contado en el periódico gaditano El Conciso.
En febrero de 1809 comienza la construcción del viejo hospital de San Carlos, en San Fernando, Cádiz, en plena guerra de la Independencia, para albergar a los heridos de uno y otro bando, provenientes de Bailén y de la rendición de la escuadra francesa en la bahía. Aunque los cirujanos militares del hospital tuvieron cierta autonomía en su gestión y administración, la normativa anterior a 1739 exigía que el Cuerpo de Intendencia administrara los gastos, sueldos, personal, necesidades, personal y víveres. No obstante, en prensa y escritos de la época se describe la situación de abandono de enfermos, por falta de medicinas y personal, como la más “vergonzosa dilapidación de caudales por los empleados de la Real Hacienda”.
Como ejemplos: oficiales de baja sin conocimiento de los facultativos. O cuando el enfermo no recibía el haber completo, no se rebajaba de los gastos de la Hacienda, sino se repartía entre los empleados. El sustento del dia de entrada del enfermo, no se le daba, sino a los cuidadores. Los soldados enfermeros, antes enfermos, una vez curados se quedaban en el Hospital eludir la línea de batalla, consumiendo las dietas de los enfermos.
En cuanto a la alimentación de los enfermos, productos como huevos y bizcochos, eran consumidos por enfermeros, cuidadores y administradores. Si se recetaba jamón en vez de gallina para caldos, se sustituía por tocino fresco, que aunque dañino, era más barato. La ración de carne era sobre todo huesos y tocino; las mejores piezas eran para inspectores, controladores y administradores. El vino también se adulteraba. Incluso el café y el chocolate eran de mala calidad, aunque la hacienda los pagaba como buenos. También las velas se usan en las casas particulares de los controladores, mientras el hospital se encontraba a oscuras. ¡Pobres soldados enfermos!
A pesar del escándalo, al médico que se negaba a firmar los estados mensuales del hospital –que justificaban los robos- , se le amenazaba con privarles del sueldo. El fraude se había hecho norma. Así se gobernaba el Hospital Militar de San Carlos en San Fernando a principios del siglo XIX.
Tras leer el informe en las Cortes, los diputados Villanueva y Esteban exigen el cese inmediato de todos los empleados de la Real Hacienda en la administración y gobierno económico del Hospital, poniéndose el centro bajo la inmediata inspección de las Juntas Provinciales. Pero la situación del Hospital de San Carlos no era un caso aislado; por desgracia era común en toda España en los hospitales de campaña. La corrupción siempre salpica a los más débiles.
Fuente: Asociación Isleña de Historia y Cultura, y Crónicas de Hilda Martín, en www.LaPepahoy.es. A ella, muchas gracias por las imágenes.
querida charo: magnifico articulo, como siempre los pobres son los que pagan el pato ,de los más potentes que no tienen conciencia ni srentimientos, eso ha sido y será por siempre ,ojalá pensaran alguna vez con el corazón con todo mi cariño tita Adela