Llegó a mi cocina esta bolsa traída del supermercado, y no fui yo quien la traje, sino un invitado. Como no reconocía su naturaleza, la cogí y la observé, dándole vueltas e intentando leer lo que tenía escrito en su exterior. Ya he dicho más de una vez que a pesar de lo poco que piso los supermercados, siempre encuentro productos que no sé identificar, cada vez más. Supongo que se debe a que el envasado lo disfraza hasta convertirse en algo parecido a un medicamento, y con textos en otros idiomas. Me estoy haciendo mayor y no me entero en qué consisten esos productos tan atractivos que se publicitan en grandes estanterías, supongo que porque tienen mucho éxito entre el público. 

Esto me pasó con esta bolsa de ¿pan de molde?, que por supuesto no ponía ni pan ni molde. Eso sí, indicaba toda clase de información relacionada con el producto:

SIN GLUTEN (Gluten & WHEAT FREE)

FUENTE DE FIBRA

SIN LACTOSA (LACTOSE FREE)

SIN ACEITE DE PALMA (PALM OIL FREE)

Etc

Luego pude leer una ristra de información sobre sus propiedades nutricionales (nada del otro mundo, claro) y de su composición, en dónde aparecían múltiples aditivos. Comprobé después que ese pan o lo que sea no tenía ningún aroma. 

Cada vez que veo esos lineales llenos de productos envasados con mensajes en otros idiomas, digo lo mismo, no sé qué son, ni cómo se emplean en alimentación.

Son nuevos productos, nuevas presentaciones, nuevos procesados, que a mi entender complican la elección de compra del consumidor, al menos a la gente mayor como yo. Tengo que confesar, además, que he consumido mucho pan de molde y guardo un mal recuerdo de esa época. De hecho, tengo intolerancia al trigo (no celíaca).

¡Cada vez que voy al super salgo más desconcertada! No pertenezco a este tiempo. Y recordé aquel libro de Michael Pollan, «El detective en el supermercado».