En mi búsqueda de un yogur artesano o ecológico, de esos que se producen en granjas especiales, y en pequeña escala, resulta que me perdí por el supermercado, después de dar muchísimas vueltas. En mi recorrido, encontré lácteos que parecían ser yogures, pero que al no indicarlo expresamente en el envase –aunque lo pareciera- pues me convencieron de no llevarme el producto.
De eso va el artículo de la dietista Beatriz Robles, en la página de El Comidista. La experta da las claves para definir lo que según la normativa es un yogur, y cómo diferenciarlo de otros lácteos fermentados con otras bacterias, y, sobre todo, aquellos yogures que llevan de todo…
Aunque es un poco largo, veo necesaria la lectura del artículo.
Nada que ver allá por los años de mi infancia, cuando me traían para merendar lo que entonces se llamaba “leche agria”, un fermentado en envase de cristal, efectivamente de sabor agrio, pero que era genial para el aparato digestivo.
Después del éxito en mi búsqueda de yogur, ya no sé dónde comprarlo de calidad: tal vez en las tiendas de alimentos ecológicos…