El patio del Archivo Provincial de Cádiz se quedó pequeño ayer tarde para oír a José Antonio Aparicio Florido, -el mayor experto y mayor divulgador- hablar sobre la Explosión que asoló Cádiz el 18 de agosto de 1947. Su conferencia giró sobre los últimos descubrimientos de las investigaciones que ha llevado a cabo sobre esta catástrofe que no debería olvidarse en la ciudad.

Entre el numeroso público –con muchas personas de pie- estaban presentes los hijos del Almirante Pery Junquera, héroe de aquella noche nefasta, que con un grupo de marineros evitó una segunda catástrofe arriesgando su vida; así como el Hermano Mayor de la Hermandad de la Santa Caridad, cuyo Hospital de la Misericordia acogió y trató a muchos heridos por la Explosión.

Además de Aparicio, intervino el experto en polvorines Miguel Ángel López Moreno, que explicó el proceso que sufrieron las cargas de profundidad que ocasionaron la catástrofe, en aquel caluroso verano.

Para el conferenciante, la Explosión de Cádiz de 1947 es un episodio sin cerrar todavía, de la que ya quedan pocos testigos. Recordó que fueron 21.600 minas y 41 torpedos los almacenados en los cuarteles de marinería, todos ellos de procedencia alemana, un material que no debería haber estado allí por suponer un grave riesgo para la población cercana.

Se enumeraron los edificios que quedaron destruidos o seriamente dañados: la Casa Cuna, el Sanatorio Madre de Dios, los Astilleros Echevarrieta y Larrinaga, junto a numerosas viviendas de Cádiz, la mayoría en el Barrio de San Severiano, que prácticamente desapareció.

Y por aclarar, indicar que las Puertas de Tierra no salvaron a la ciudad de los efectos de la explosión –tal como se ha venido afirmando- ya que éstas estaban aún en proceso de reforma, con los huecos abiertos. Sí sirvieron de escudo los glacis o fosos existentes junto a ellas con las altas murallas a la altura del barrio de Bahía Blanca.

Eran tiempos en los que España temía ser invadida por los aliados, a través de las playas de Cádiz y Huelva. En realidad, el gobierno franquista no tenía pensado atacar, sino defender. Y aquellas cargas de profundidad del polvorín de San Severiano de algodón-pólvora, al deteriorarse con el tiempo y los gases producidos, propiciaron la fuerte explosión. Se conocen los informes que alertaban del peligro de almacenar aquel material en Cádiz, urgiendo un traslado a otro lugar, pero no se llevó a cabo, porque tampoco había un sitio adecuado para ello.

Sin duda alguna, la Explosión fue producto de una gran negligencia por parte de la Armada.  

El resto de la conferencia se dedicó a exponer las historias de las víctimas: su vida, lo que estaban haciendo cuando la catástrofe y la situación que les quedó tras la deflagración, pero todos ellos con nombre, apellidos y circunstancias personales.

Y como última pincelada, comentó la carta que determinados personajes gaditanos firman y envían al gobierno varios días después de aquel 18 de agosto, solicitando una compensación moral tras los daños irreparables producidos por la explosión: muertos, heridos y edificios e industrias destruidas. 75 años después, la carta sigue sin respuesta.

Un sincero y fuerte aplauso del público agradeció la conferencia y la información a José Antonio Aparicio. Junto a una ofrenda floral, éste ha sido el único acto conmemorativo por los 75 años de la Explosión.

(Durante varias semanas, el Archivo Provincial mostrará documentos e imágenes de la Explosión para todo aquel que quiera acercarse a la calle Cristóbal Colón).