Muchos años han pasado pero todavía recuerdo el olor de la leche en polvo que nos daban por la mañana en la Escuela primaria, aquélla en la que aprendimos a leer, escribir y contar antes de los seis años. Cada día era un niño o niña con babi blanco el encargado de remover aquel preparado lácteo con grumos, disuelto en un cubo de zinc, mientras se repasaba la cartilla de lectura. No obstante, nos llegamos a acostumbrar a su sabor.
Hace pocos días nos sorprendió la noticia de haberse detectado numerosos casos de desnutrición infantil en diversas comunidades (Cataluña, Canarias, Andalucía….). El tema ha causado grave preocupación a las autoridades, que han requerido información a los centros de enseñanza, auténticos observatorios de la pobreza en los niños. Se habla de alumnos que llegan al colegio sin desayunar e incluso sin haber cenado, atribuyéndose esta carencia a la situación de precariedad económica de sus respectivas familias, debido a la severa crisis que estamos padeciendo, unos mucho más que otros.
El efecto de la pobreza en nuestros niños es más que preocupante por ser un colectivo que necesita para crecer y desarrollarse una alimentación continuada y equilibrada, además de una vivienda digna y un entorno seguro y ordenado. Pero, me cuesta admitir que en España los niños pasen hambre o necesidad, como en países subdesarrollados dónde por desgracia, esta circunstancia es endémica. Aquí el drama es el paro que afecta y se extiende a toda nuestra geografía.
Por otro lado, sabemos y tenemos comprobado cómo las familias sin recursos están recibiendo semanal y mensualmente lotes de productos de alimentación procedente de entidades como Cáritas, Banco de Alimentos, Cruz Roja, los comedores sociales o el colectivo de cofradías, etc. He podido comprobar de primera mano la eficacia de la gestión en la atención a las familias más necesitadas, con objeto de que ningún ciudadano de este país tenga la nevera vacía en estos duros tiempos que corren, incluso careciendo de “papeles”.
Por ello, me extraña mucho y me duele que haya niños que no puedan acceder a alimentos tan básicos como pan, aceite o huevos, que siempre solucionan cenas y desayunos. Es más, supongo que sus padres siempre darán preferencia a la alimentación de sus hijos sobre la de ellos mismos.
Dicho lo cual, quiero pensar que son otros los factores que han precipitado también la desnutrición de estos niños. Por ejemplo, hay que valorar el estado de ánimo –y de desesperación total- de muchos padres y madres, que no reciben ayudas ni ingresos económicos de ningún tipo, y que son parados de larga duración. Es decir, creo que su propio estado de depresión y desmotivación les hace alejarse de las prácticas normales de cocinar en casa para comer con cierta dignidad, aunque sea con productos donados.
Y en muchos otros casos, creo que algunos niños ni cenan ni desayunan porque antes lo hacían con productos elaborados o precocinados o bollería industrial, a los que hoy con la crisis no pueden acceder porque no manejan dinero en efectivo, y no se ha buscado una alimentación casera alternativa.
Veo necesario pues formar a las familias -en estas graves circunstancias- en las prácticas normales de cocina, concretamente en los potajes de legumbres, por su alto valor nutricional y por su bajo precio unitario. Y, volver al pan con aceite y azúcar de nuestra infancia para desayunar, o a las tortillas de patatas para cenar.
A lo mejor estoy diciendo un disparate, pero después de haber conocido a familias en exclusión social, creo que el problema de la desnutrición de estos niños españoles se debe a una mala gestión en la cocina de sus hogares, unido también como es lógico a la grave situación económica como factor de alto riesgo.
Por otro lado, la iniciativa pública de asegurar las tres comidas a los escolares me parece conveniente y necesaria, aunque no olvido la mala gestión que se hizo en el pasado desde la Administración en los comedores de colegios, pagando mal y tarde a las empresas de caterings, con el lógico resultado de la dudosa calidad de las comidas ofrecidas a los niños en los colegios.
Además de la crisis y la pobreza, se está perdiendo la costumbre de cocinar los alimentos básicos y algo deberíamos hacer.
Aquella leche en polvo de los años franquistas no era dulce ni cremosa, pero a muchos niños les supuso un desayuno más que decente. Eran otros tiempos, pero todo vuelve.
Gracias Inma por tu comentario. Esto nos debería hacer reflexionar, sobre todo a los padres.
La comida precocinada ha hecho mucho daño en los hábitos alimenticios de la población. Mucha gente se acostumbró a esa comida insana y cara y se olvidó de recetas tradicionales mucho más saludables y baratas. Pero lo peor es que el paladar de los niños se empieza a hacer a ellas desde la más tierna infancia y después les cuesta la misma vida saborear una tortilla de papas con cebolla casera de toda la vida o un plato de lentejas.
Ahora con la crisis están saliendo estos problemas de desnutrición, pero es que en los hogares en los que por suerte sigue habiendo ingresos la comida basura también hace estragos en forma de obesidad, colesterol y mil males más.
Totalmente de acuerdo en todo contigo Charo.
Gracias Conchi. El tema de cocinar en casa es más urgente de lo que se piensa….