He leído que en 1989 se rompió el Acuerdo Internacional del Café (AIC) firmado en 1962 entre productores y consumidores, para estabilizar los precios y asegurar un aprovisionamiento regular del café. Estaba basado en un sistema de contingentes de exportación y unos precios mínimos y máximos. Ello significó el control de precios por la ley de la oferta y la demanda, con grandes movimientos especulativos en el mercado, en perjuicio de los jornaleros o pequeños productores.
 

 

De ahí que en diversos estados cultivadores de café, se organizaran en cooperativas para comercializar su propio café sin intermediarios, diversificar su producción y garantizando la seguridad alimentaria de sus pueblos. También cultivaron un café biológico, mediante el uso de fertilizantes orgánicos, control biológico de plagas, etc, consiguiendo un café de mayor calidad.
Todo esto lo cuento porque estamos consumiendo en casa un café de la tienda OXfam de Comercio Justo, llamado “Bio Bonen Grains”, importado de Sudamérica, variedad 100% Arábiga, cultivado biológicamente, es decir, sin abonos ni plaguicidas químicos. Y por supuesto, se presenta en grano. Este café es de una gran calidad. El paquete de 250 gramos sale a 3,95 euros en la tienda Oxfam, de comercio justo.
Me da mucha más confianza comprar el café sin moler, pues parece que de ese modo veo íntegramente su contenido. En casa lo vamos moliendo a medida que lo vamos a consumir. Y si además con este sistema comercial los cultivadores reciben un salario justo para su familia, pues mucho mejor. Lo recomiendo.

 

Compré un librito titulado “El café”. Se dice en él que los diez países dónde se bebe más café son Estados Unidos, Alemania, Brasil, Japón, Francia, Italia, España, Reino Unido, Indonesia y Holanda. Y en su contraportada se lee: “El café tiene que ser negro como el infierno, fuerte como la muerte y tan dulce como el amor”, según un proverbio turco.