Mi amiga Luisa María Muñoz Salvador me envió hace algún tiempo algunos textos muy interesantes, como éste sobre estudio de comportamientos de consumo entre bebedores de cerveza y de vino. Aquí va:

Las personas que en los supermercados compran vino adquieren más aceitunas, frutas y vegetales, carne de pollo, aceite de oliva para cocinar, quesos con escaso contenido en grasas, leche y carne, que los que compran cerveza.

Los clientes que compran cerveza adquieren más platos cocinados, azúcar, fiambres, carne de cerdo, mantequilla o margarina, salchichas, cordero y bebidas azucaradas que los que compran vino.

En resumen, los investigadores afirman que las personas que compran vino en los supermercados (y presumiblemente lo beben) compran también alimentos que componen la saludable dieta mediterránea, mientras que los que compran cerveza adquieren alimentos en general poco saludables.

Por ejemplo, en Dinamarca, los bebedores de vino tienen un nivel de educación más elevado, mayores ingresos, mayor equilibrio psicológico, y mejor salud subjetiva que las personas que no beben vino.

Los diferentes efectos del vino y de la cerveza sobre la morbilidad y la mortalidad indican que otros componentes, aparte del alcohol (etanol), pueden ser importantes, el resveratrol, un polifenol que se encuentra en las nueces y en el hollejo y las pepitas de las uvas, prolonga la vida de organismos primitivos como la levadura Saccharomyces cerevisiae, el gusano Caenorhabditis elegans y la mosca Drosophila melanogaster, cuando se les alimenta experimentalmente con dietas muy ricas calorías que acortan la vida. También se sospechaba que esta prolongación experimental de la vida sería la consecuencia de la estimulación de una proteína, la sirtuina (Sir2), cuya función sería la reparación de las alteraciones cromosómicas derivadas del proceso de envejecimiento.
En los que beben vino se ha demostrado una reducción del riesgo de morir por enfermedad coronaria (infarto de miocardio).

Algunos componentes del vino poseen efectos beneficiosos porque se oponen a la formación de trombos en los vasos sanguíneos (acción anti-trombótica) y al desarrollo del cáncer (acción anti-cancerosa): los polifenoles del vino inhiben la agregación de las plaquetas de la sangre, con la que se inicia la formación de un trombo, mientras que el resveratrol inhibe la iniciación, promoción y progresión de los tumores.

Los efectos beneficiosos del vino tinto sobre la enfermedad coronaria han sido demostrados estadísticamente y se conocen como la «paradoja francesa»: en áreas con elevado consumo de vino tinto en Francia, el número de muertes debidas a enfermedad de las arterias coronarias es bastante más bajo que en el Reino Unido, a pesar de que la dieta es, al menos, comparable entre ambos países en lo que se refiere a grasas saturadas. Se ha demostrado que extractos del vino tinto producen un efecto vasodilatador en la circulación coronaria y un descenso de la presión arterial.

Este efecto del vino tinto se produce con extractos libres de alcohol, preparados a partir de 23 variedades (especialmente de la variedad Cabernet Sauvignon) y no se detecta con el vino blanco ni con el vino rosado; ambos tipos contienen escasa o nula cantidad de polifenoles.

La conclusión es que las personas que compran (y presumiblemente beben vino) compran también alimentos más saludables que las personas que compran cerveza.

Luisa María Muñoz Salvador Dietista