Mucho hablar de lo que comemos en casa, sin especificar dónde. Antes, era el comedor con la mesa alargada y muchas sillas en ella, lo que tenía su punto entrañable.
Hoy, somos menos alrededor del mantel, y en el hogar el salón le sisa al comedor un trocito, tenemos unos horarios que van por libre y, para colmo, ya ni se habla ni se discute a la hora del almuerzo. Esto ya no es lo que era…
Paralelamente, la cocina se ha convertido en una pieza de veneración dentro de la casa. Siento envidia cochina con esas de diseño que ya tiene todo el mundo, con decoración suave y minimalista, materiales ligeros y funcionales, y muebles sin tiradores, ¡qué cosas!. Cocinas en las que no hay nada por medio, ningún cacharro ni plato ni vaso y solo algún robot en permanente estado de revista. Cocinas donde todo guarda una perfecta armonía en puertas, suelos y paredes. A este paso, nadie querrá cocinar en ellas, por miedo a ensuciarlas.
Y cuento todo esto porque no me gusta comer en la cocina, aunque sí desayunar. A la hora del almuerzo, se pone la mesa, se llevan platos, cubiertos, servilletas, vasos, la bebida, el pan, la fruta, y comenzamos con el primer plato ya caliente desde la cocina. Si el segundo es frío, va directamente. De ese modo, yo, que soy la cocinera, me siento en la mesa y no me levanto hasta terminar.
Comer fuera de la cocina me supone no percibir olores de guisos, ni participar del desorden inevitable previo al servicio de platos y cacharros que intervienen en las comidas en un hogar. En el salón me aislo y me olvido del trabajo del cocinado, y entonces me centro solo en degustar sabores y presentación de platos, como si los hubiera hecho otra persona.
En fin, esto es cuestión de gustos y costumbres. Pero soy de comer en el salón.
Prefiero comer en la cocina por varias razones:
. Se trabaja menos al no tener que trasladarse.
. Se tiene todo a la mano.
. Se charla más
. Se puede escuchar la radio en lugar de ver la tele.
. Se mantiene la casa más limpia.
. Y le cuesta mucho más al resto del personal escaquearse del fregadito.
CARPANTA
Nosotros comemos en el «comedor-salón» ponemos la mesa con su mantel, sus mantelitos individuales y todo el protocolo. Mi marido lo prefiere así, porque puede ver las noticias. Yo preferiría comer en la cocina, al menos los días de entresemana por ir más rápido… y reservar el comedor para los fines de semana.
Durante muchos años, en mi casa almorzábamos y cenábamos en la cocina, con lo cual ODIO comer en la cocina!!
Yo no he dicho que odie al que come siempre en el salón. Ni que vaya a dispararle. Nada de eso.
En cambio, comer en la cocina, tiene la «cercanía» de todo lo necesario en utensilios y preparación de la comida. Quizá ese «demasiado cerca» haga comer más y quemar menos al evitar los desplazamientos al salón. Pero se evita poner la tele y se charla más. Esto último no tiene precio.
Comemos siempre en la cocina, tenemos una buena mesa y el domingo ponemos un mantel más mono. De todas formas, comer en la cocina no está reñido con los buenos modos, poner la mesa bien,etc. El comedor lo usamos cuando viene alguien o es un día especial. Por supuesto los cumpleaños de mis hijos, con primos y amiguitos, también se celebran en la cocina; quitamos cosas de enmedio, colgamos globos y ponemos la mesa muy divertida.
Prefiero el salón. Es mas cómodo y puedo comer viendo las noticias.
Lo malo es que algunas imágenes de países del tercer mundo hacen que me sienta culpable.
Creo que la cocina debe ser solo para cocinar.